TRES VECES LUZ.

El puerto es un sitio encantador para el alma fatigada en la lucha por vivir. El cielo, la arquitectura móvil de las nubes, las coloraciones cambiantes del mar son un maravilloso prisma con que distraer los ojos sin jamás cansarlos.  Y además, y sobre todo, para el que no tiene ya ni curiosidad ni ambición, hay una especie de placer misterioso y aristocrático en contemplar, tendido en la arena o acodado en el muelle, toda esa agitación de los que parten y de los que regresan, de los que tienen, todavía, fuerzas para querer, deseos de aventura...



o de viajar.

Ranchito.

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