LA RESEÑA


Mientras tomo mi cafe necesario traslado a la notebook derivas que me disparó anoche la visión de “Nomadland” de la joven china Chloé Zhao, y ciertos gestos de la protagonista, encarnada por la más tierna y comprensiva Frances Mc Dormand que vi hasta ahora, esas actitudes suyas, siempre mínimas, que devienen invitaciones cortitas a la reflexión. Por ejemplo, cuando define que ella no es una homeless (sin hogar) sino una houseless (sin casa). La diferencia no es menor.

Su marido murió enfermo mientras se cerraba la fábrica quebrada en el desierto, donde ambos trabajaban. De pronto la mujer se encuentra sin trabajo, sin hombre y sin casa en tierra arrasada. Sin hogar, no. El hogar es otra cosa. El hogar es ella donde esté. Su hogar es la camioneta en la que carga unas pocas cosas esenciales, se sube, la pone en marcha y sale a la ruta. Hay una fuerza poética en esas imágenes de frío y nieve. Y la potencia no proviene de la desgracia sino del modo con que la encara y ahí va, hacia la intemperie, buscando resignificar su existencia. Es cierto que el estado le ofrece una pensión, pero ella no quiere una pensión rafañosa que no le alcanza para nada. Ella quiere trabajar. Entonces se manda por ahí, de un territorio a otro, empleándose en lo que pinta.

Ficción y no tanto. Demasiado realismo, dirán algunos. Y hasta le desconfiarán porque Zao no se regodea en los hundimientos personales y procura ver el horizonte de Dakota más allá del crack up. Porque en ambas Zao se toma su tiempo, con un lirismo nada habitual, para plantar los dramas en la naturaleza donde las cosas pasan. Por su lado, “Nomadland” está basada en una investigación de años de Jessica Bruder sobre las víctimas de la gran recesión que empezó alrededor de 2008 en Estados Unidos con los fallos de la regulación económica, la sobrevaloración de productos, la subida del petróleo como consecuencia de la invasión a Irak y una crisis crediticia hipotecaria impagable. Contra lo que pueda pensarse, “Nomadland” está lejos de ser un panegírico de la consolación selfish. Más bien resulta la formulación de una poética que cuestiona la sociedad capitalista y su funcionamiento y ver ahora cómo se las ingenian para sobrevivir los innumerables expulsados del sistema como la protagonista, arrancados de los lugares donde creían haber hecho lo correcto al hipotecar sus vidas en función de un trabajo de años y un techo seguro bajo el que morir y, de pronto, por la lógica depredadora del sistema, los hombres y mujeres que fueron arrojados al desierto, en sus días antes del fin, aprenden a reconstruirse con dignidad a través de los vínculos solidarios más elementales como pueden serlo el trueque y un abrazo, una cerveza y una historia íntima, arreglarle el motor al otro mientras se cuentan recuerdos de una vida anterior, compartir, por qué no, el camino, sin pedir nada a cambio. Por qué no: en estos campamentos de viejos marginales al margen del mercado laboral y cualquier otro, viviendo en la naturaleza todo el tiempo, se respira un aire de pioneros, creadores de otra clase de vínculos --vínculos de clase, digo-- tal vez porque ya no tienen nada que perder. Es cierto, estas tribus de veteranos en el desierto no semejan tanto hippies como cristianos primitivos. Cero idealización, todos han perdido algo además del techo, un ser querido, la familia, un pasado que cada día será más pasado. Inexorable, necesitaron, además de la fisura económica una interior, tocar fondo, para hacer como la nómade protagonista. Un haikú de Mizuta Masahide dice: “Mi casa y su techo/ ardieron/ ahora puedo ver la luna”.

Y no quiero tampoco olvidarme de esa parte de la historia en que Mc Dormand conversa con un pibe al que le gustaría escribirle un poema a su novia que está lejos, pero no sabe ninguno. La nómade sabe uno, uno en el que se habla de la duración limitada de la belleza, su corrosión y, sin embargo, aquí está, en estos versos que ella evoca.

A propósito, después de la película, fui a internet: “He llegado a la conclusión de que no hay que buscar la felicidad. Se la encuentra por el camino, aunque siempre en sentido contrario”, dice Isabelle Eberhardt citada por García Lao en “Vagabundas”, libro que se propone como un tratado sobre mujeres que se resisten a un destino trazado por el hombre que las limita solo a ser Madres.De acuerdo, a menudo me voy por las ramas. Me pasa todo el tiempo en que hablo de poesia....

RANCHITO



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