SOMOS EL ULTIMO VERANO

Poniendo mi decepción en aguas calmas, descubro que prefiero confesar que me he descubierto adicto a una taza de café al día. Puedo ser adicto a la comida, al roce de tu piel, a las canciones que me destruyen y a perseguir sueños imposibles pero, ¿al café?; es justo como lo imagine: me convierto en un animal de horarios y costumbres de laborar desde las ocho y regresar agotado a las cinco, de lunes a viernes; para sobrevivir del azote de la injusticia y pobreza de un país de merda que no me deja viajar y vivir, sino que me empuja a trabajar para sobrellevar los meses.


RANCHITO

Las palabras, como cualquier otra daga en el universo, provocan estados de shock, desmayos, convulsiones y muertes fortuitas. 

Así mismo, también provocan despertar...como ahora.

BUENDIA, Dia.

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