SOY LA PRONUNCIACION DE TU NOMBRE.
Te miré
escribir
dos o tres veces.
Algo me
nacía:
gratis,
generoso,
regalado.
La mirada
no te interrumpía,
hasta podías
mirarme
y después
volver a
caer entera
a las palabras.
Mirarte escribir
era para los dos
un dulce agobio
adicional
de aquellos días.
Ranchito
Con las sienes plateadas por tristezas rigurosas
y exclusivamente poéticas.
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