VIENTO COMO CATEDRALES

 

Pedí que este viento no terminara nunca

y eso es imposible:

las cosas nacen para sucederse, no para durar.

Triste.

Es lo que marcan las estaciones,

los cambios en la piel.

No permanecen igual: se suceden.

Incluso la propia imagen del viento

lo dice claramente:

lo que hay es cambio y nada lo frena.

De lo más cálido a lo frío

y del frío a esta frialdad extrema.

El viento desprende las hojas,

que siempre son otras y otras y otras. 

Frustrante.

Contagiadas por esta lección, otra vez

las manos se sueltan de las manos.

Nada permanece:

ningún esfuerzo permanece sobre la superficie blanca del mar.


Yo, un palacio con su jardín enorme y un lago transparente.

La mañana comienza, 

como siempre, 

en voz baja.

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